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Adviento 3: Un Dios enamorado
Domingo 08 de Diciembre
                   Adviento-3- Un Dios enamorado.

         Hemos dicho que durante el adviento debemos tomar conciencia de qué significa la Navidad.

Dijimos que Dios se hace hombre, es decir “se encarna”.

Ahora, veremos qué significa para nosotros que Dios asuma nuestra naturaleza humana en la navidad.

         Muchos santos y teólogos o Doctores de la Iglesia, han dicho o coincidido en que Dios tiene que estar como “enamorado” de nosotros, como lo está un papá “chocho” o una mamá. El Padre Kentenich, fundador de la orden de Schönstatt, desarrolla esta idea en su libro “Niños ante Dios”, recordando que una mamá no se realiza, no es feliz plenamente cuando a ella le dan amor, sino que lo hace cuando ella da amor, cuando protege con todo su ser y sin reservas ni condiciones, como “enamorada” de su criatura. Contémosles a nuestros hijos cómo es ser papá, qué sentimos en nuestro corazón por ellos, cómo los contemplábamos “maravillados” cuando eran bebés, y cómo nos trastornábamos con sus primeros pasitos o con sus primeras palabras. Ayer escuchaba a mi nuera, casi gritándole a su hijita de 6 meses: “¡¡Te amo, mi Amor!! ¡¡Te Amo!! ¡¡Te Amo!!”. Así hay que hablarles a nuestros hijos de Dios. ¡Con pasión! ¡Eso celebramos en adviento! Celebramos el Amor de Dios, que nos grita desde el Cielo: “¡¡Te Amo, mi amor!! ¡¡Te Amo!!”.

         De ahí que al ser Dios nuestro papá, como decía Jesús en la historia del Hijo Pródigo, es muy lógico deducir que que al encarnarse lo hace por amor, sin reservas y acogiendo toda la condición humana, en cuerpo y alma, y para siempre. El objetivo de este tiempo de Adviento, es entonces, tomar conciencia de cuánto nos ama Dios. Insisto: no basta “decirlo” a nuestros hijos, tenemos que ayudarlos a comprender de verdad esta maravilla, y asegurarnos que no hay dudas al respecto. Todo lo demás vendrá como por añadidura. Sabernos amados, poder reconocernos amados, porque sí, sin condiciones, hará crecer la alegría y el amor en nosotros y en nuestros hijos, como por arte de magia.

        Por último, todo tiempo de reflexión, incluido el adviento, se corona con el Reino de los Cielos y la Vida Eterna. Por eso no debemos separa Navidad de la Historia de Salvación. Todo está relacionado y los hechos relatados en la Biblia coinciden como piezas de un rompecabezas. ¡Eso entusiasma a los niños! No estamos “siendo religiosos”, sino “¡descubriendo los planes de Dios para toda la humanidad!” Vamos a la Biblia encontrar “pistas”, “razones”, “piezas” del gran “rompecabezas” de nuestra existencia que se inició en el Paraíso y culminará en el mismo Paraíso.

Amén. ¡Aleluya! ¡Guau! ¡Bendito sea Dios!

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Un fraternal saludo de adviento. Guido Pallavicini. Catequista.